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Yordano: Madera fina

Por: César Sutachán

Carlos, un hombre bogotano cercano  a los 50 años de edad,  no sabía cómo podría llegar a percibir la música de un cantante que en su juventud le hizo vibrar el corazón y a quien escucharía en concierto, por segunda vez, luego de casi 30 años.

Al principio le pareció una mala idea asistir el 21 de septiembre de 2018 en Bogotá al espectáculo de un artista como el venezolano Yordano, quien podría estar en  la curva de su decadencia a raíz de que en 2014 le diagnosticaron un cáncer de médula ósea por el cual fue sometido a un delicado trasplante en los Estados Unidos.

Sin embargo, pudo más el empeño de la esposa de Carlos y esa noche la pareja presenció el testimonio de lo que es un verdadero artista con todas las ganas de vivir, a pesar de su grave dolencia, sus 66 años de vida y la debilidad en su cuerpo, pero con la voz y el talento intacto, sigue trabajando –y más– para seguir cubriendo los costos de sus tratamientos médicos.

Yordano modelo 2018

La aparición en el escenario de un hombre adulto, afectado en su salud, con un caminar lento e inseguro apoyándose en un colaborador que lo escoltaba, borró de un tajo en la mente de Carlos la imagen del hombre caucásico y alto que en los años 80 visitó Bogotá y que representaba un nuevo aire para el pop latino y quien con sus letras conquistó a toda Latinoamérica.

El impacto fue duro. Volvieron las dudas y el artista acompañado de solo una guitarra, saludó a su público con una voz débil y al mismo tiempo profunda, y comenzó a mostrar el artista que se formó desde 1982, año en que dejó la agrupación Sietecuero y se volvió solista en una época donde cantantes de procedencia italiana como Franco De Vita mostraron un sonido diferente.

Los asistentes al concierto quisieron registrar el momento en sus celulares pero los asistentes de seguridad hicieron de todo, hasta ser insoportables, para evitar que eso sucediera mostrando un egoísmo y una falta de consideración injustificada con los fans que sólo querían tener un recuerdo de su ídolo.

Y Yordano comenzó su ronda de canciones: Locos de amor, No voy a mover un dedo, Robando azules, Manantial de Corazón, No queda Nada, en fin, el italo-venezolano sacó su arsenal para conquistar a su público y  lo logró, con un estilo tranquilo lleno de historias que conmovió a todos.

Carlos se ingenió, entonces, la forma de grabar en video unos los instantes más emocionantes del concierto, cuando sonó Por estas Calles, una canción compuesta hace más de 30 años, pero poseedora de una actualización única: “Por estas calles hay tantos pillos y malhechores y en eso sí que no importa credo, raza o colores. Tú te la juegas si andas diciendo lo que tú piensas, al hombre bueno le ponen precio a la cabeza”, así dice la canción como si se hubiera escrito hoy en día, basada en la actual represión de la dictadura Bolivariana que ha hecho emigrar a más de tres millones de venezolanos al exilio y a la desesperanza.

Por cierto, muchos de los asistentes al concierto, son un puñado de esos tres millones de inmigrantes que cantaron con nostalgia el éxito de Yordano, observando en la pantalla imágenes de las marchas de protesta, donde más de 100 personas fueron víctimas de la represión de la Policía, las mismas en las que varios dieron su vida por su patria y cuando el líder Leopoldo López fue llevado a prisión por el ideal de motivar la libertad entre sus conciudadanos.

El mensaje del cantante fue contundente al hablar de la problemática de su país: “si los de la dictadura no quieren cambiar, entonces somos nosotros los que tenemos que hacerlo”…

Los aplausos no se hicieron esperar, tres generaciones cantaron éxito tras éxito y en un momento, fans jóvenes, maduros y veteranos, se unieron todos con los acordes de la música de los 80s hasta el final, luego de 45 minutos de show.

Con el humor  que caracterizó su presentación y burlándose de sí mismo y de su salud, Yordano, le pidió al público que le pidiera “otra, otra, otra” y que lo hicieran estando él, ahí sentadito con su guitarra, porque no tenía la menor intención de hacer lo que antes hacía cuando era joven y gozaba de mejor salud, de salir estrepitosamente del escenario y regresar como lo hacen todos los artistas cuando el público pide “la otra”.

La gente gritó entonces “otra, otra, otra” y la última canción de la velada sonó con el embrujo mágico de un momento en que un artista se despide de un público que lo adora, sin saber si será para siempre.

Carlos y su pareja, reconocieron la experiencia musical de este venezolano de origen italiano con 35 años de vida artística y que les dejó la zozobra de saber si algún día lo volverían a ver en vivo y en directo con esa “Madera Fina” que lo caracteriza y  lo hace luchar día tras día, minuto a minuto,  concierto tras concierto, por su vida.

Por, César Augusto Sutachán

(Editor en Jefe Revista Mundo)

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