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Crónica real de un docente en zonas apartadas de Colombia

En tiempos “normales”, estos chicos deben caminar 2 horas para acceder al transporte escolar, que demora 45 minutos para llegar al colegio.

Por: Chana*

Soy docente en una región del suroccidente de Colombia donde la educación se ha visto interrumpida por esta situación mundial tan triste al igual que en todas las demás regiones.

El Gobierno nacional nos invita a utilizar las TIC’s como medio para continuar, por así decirlo, las clases con los niños y jóvenes. Dada la complejidad del territorio colombiano y en mi caso, en el macizo colombiano, se hace demasiado difícil que el 100% de los estudiantes accedan a la conectividad, pues solo una pequeña parte de ellos tendrían esta posibilidad y estaríamos en contra de la LEY DE INCLUSIÓN, pues no tendríamos en cuenta las falencias de los chicos menos favorecidos en todo sentido: económico, geográfico, social, alimenticio, de conectividad, etc.

Y, sin decir mentiras, a estos chicos y sus familias no les hacen llegar los refrigerios reforzados que tanto alardean en televisión porque sus hogares son de difícil acceso. En tiempos “normales”, estos chicos deben caminar 2 horas para acceder al transporte escolar, que demora 45 minutos para llegar al colegio. Y ningún funcionario de ninguna entidad pública va a caminar esas dos horas cargando refrigerio para ningún estudiante. Realidades que desde una oficina, detrás de un escritorio, en la ciudad de Bogotá, no llegan a imaginar.

Los docentes debemos hacer esfuerzos para encontrar la estrategia correcta, la más asertiva para lograr que los estudiantes aprendan algo del contenido obligatorio (DBA) de cada área en sus hogares, aun sabiendo que la mayoría de sus papitos no tienen la preparación suficiente para poder aclarar dudas, pues muchos de ellos apenas han llegado a 5 de básica de primaria o hace tiempo terminaron la secundaria, pero han olvidado muchos temas por falta de práctica o porque en la vida cotidiana esos temas no se aplican.

Pedimos a los padres de familia hacer una coevaluación que evidencia que realmente sus hijos estuvieron trabajando en las diferentes áreas y realizando los talleres que se dejan con buena actitud y disposición de aprender.

Para ser sincera dudo que el aprendizaje de estos chicos sea el adecuado, pues hay muchos factores en juego: ¿Qué padre de familia va a aceptar que su hijo no realizó el trabajo dejado? Su coevaluación y autoevaluación van a ser aprobadas; los padres deben salir todos los días al campo para producir alimento para vender y poder solventar en mínima medida sus necesidades más básicas, aunado a esto, a la mayoría de los papitos de estas zonas lo único que les interesa es que sus hijos obtengan el diploma de bachiller y nada más, sus aspiraciones no van más allá, entonces ¿nuestro esfuerzo va a ser en vano? Igual es un trabajo que hay que hacer, pero no le vemos un objetivo claro. Si se trata de tener a los chicos ocupados, pues en parte se logrará.

Ha llegado el momento de evaluar nuestro sistema de educación para un mundo cambiante, y ahora más que nunca, nuestras generaciones necesitan otra clase de educación, no memorística sino aplicada a la realidad.

Si ustedes se preguntan ¿a qué me refiero?, pues es sencillo, se necesitan más personas que amen el campo, la producción agropecuaria desde la producción de materia prima como su proceso de transformación para hacer llegar los diferentes productos a cada hogar del mundo.

Da mucha tristeza escuchar a tantos jóvenes del campo decir “yo quiero irme a la ciudad a ver qué hago para ganar plata para la comida y el techo”; no desean quedarse a cultivar sus tierras, ni prepararse para mejorar sus cultivos.

No quiero decir que la educación superior no sirva, ¡claro que sirve y es indispensable!, pero cada carrera debe ser aprendida por seres que realmente vibren al aprenderlas y practicarlas, no por obligación o porque es la de moda o la que más dinero da.

Cada ser humano debería formarse para lo que realmente le gusta hacer lo que le nace, para lo que tiene la habilidad y no imponer un oficio por razones totalmente equivocadas.

Es momento de levantar la voz y defender a nuestros estudiantes rurales, educarlos en lo que realmente son hábiles y más que capaces, brindarles más herramientas cognitivas para ser aplicadas en las labores familiares, ayudarlos a mejorar su calidad de vida como campesinos, e inculcarles el gran valor y orgullo que tiene saber trabajar y conservar  la tierra, es un don que solo ellos tienen y que sus familias han heredado generación tras generación y que poco a poco se ha perdido por un sueño vendido: “la ciudad tiene más oportunidades”, “en la ciudad se vive mejor” , ”la ciudad ofrece mejor calidad de vida”.

*El docente se reserva el derecho de firmar la crónica bajo el seudónimo de ‘Chana’.

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