Los niños de El Nido del Búho
Afuera de la Biblioteca- Ludoteca “El Nido del Búho” tres jóvenes destapan sus obsequios mientras repiten la rima de Más que real, tema de la agrupación de rap Crack Family, el cual suena desde un parlante inalámbrico: Donde los sueños de un niño son en la Navidad regalos, que Papá Noel y el Niño Dios, no se olviden nuevamente de mi barrio.
Las letras del rap y del Hip Hop narran su cotidianidad, por ello no es casualidad, tampoco moda, que canten de memoria cada tema que suena desde aquel bafle rojo, al fin y cabo, estas letras fueron creadas por artistas que al igual que estos chicos han crecido en zonas marginales de grandes ciudades, muchos de ellos, como es el caso de ‘Cejaz Negras’ y ‘Money’, dúo de Crack Family, tuvieron un pasado de drogas, de delincuencia y de violencia.
El sol de mediodía en los cerros orientales se siente con mayor fuerza, el cielo despejado permite observar las tupidas montañas que al frente del barrio Laureles, se alzan con imponencia.
La calle empedrada y empinada, sobre la cual queda ubicado “El Nido del Búho”, comunica con otros barrios conformados por población vulnerable, que sufrió en carne propia las consecuencias del conflicto armado.
En un cuarto pequeño, en el segundo nivel del Búho, funciona la oficina administrativa. Allí Katherine Seidiza, Trabajadora Social de la corporación y coordinadora de la Biblioteca narra un poco de la historia del proyecto.
Una obra de San Carlos- Scalabrinianos, a través de la Corporación Scalabrini, congregación de misioneros católicos italianos, llegó a Laureles hace más doce años, encontró a comunidades marginadas por la violencia, familias y niños a merced de la miseria y la delincuencia, un territorio sin protección, abandonado por el Estado, olvidado por Dios.
Katherine Seidiza –K.S.: “No había intervención de comunidades religiosas, no venían los sacerdotes a intervenir en la comunidad… los sacerdotes Scalabrinianos vinieron a catequizar. Así mismo, a realizar los bautizos, primeras comuniones, matrimonios…”
Con el paso del tiempo Scalabrini abriría las puertas de la Biblioteca- Ludoteca “El Nido del Búho”, el cual se constituyó en un fuerte donde los niños podían mantenerse a salvo de los flagelos de esa realidad, que los amenazaba diariamente con atraparlos en un camino sin retorno.
Katherine, llegó al Nido desde hace seis años, recuerda que ese primer día fue presentada al dueño de la olla* del sector, para evitar –como ella misma afirma– que fuera a tener inconvenientes. Es un trámite que garantiza que cualquier persona que se proponga a realizar una intervención constante en la comunidad o con los niños del Búho, se le respete su seguridad e integridad.
K.S.: … Me llegan estudiantes en formación de Trabajo Social del Colegio Mayor de Cundinamarca, cuando veo al dueño de la olla, los relaciono para que no le vayan a hacer algo a los chicos.
Katherine comenta que los niños de la actualidad son los herederos de aquellos que encontró Scalabrini hace un poco más de una década. Los tiempos son distintos, pero el argumento, al parecer, sigue siendo el mismo: asistencialismo y niños creciendo a merced de la violencia, consumo de SPA y los vicios, mientras que sus padres salen desde muy temprano a ganarse la vida.
K.S.: Se encontraban casos en que los niños llegaban de estudiar en la mañana y en la tarde se quedaban solos. ¿Qué se hizo?, empezar a hacer visitas domiciliarias en las casas, mirar cómo estaban viviendo las familias, qué problemáticas tenían, con el fin de ayudarlos e invitarlos a que enviaran a los niños a participar de las actividades que se realizan diariamente en el Búho. Lo principal es mantener a los niños acá, para que no sean puestos a vender sustancias psicoactivas, para que no los entrenen para robar… cuando yo llegué, existía una olla de consumo a dos tres cuadras del Búho. Con Idipron empezamos a traer muchas organizaciones, entonces ellos [los de la olla], se vieron obligados a trasladarse a dos barrios más arriba.
Ella, además de dirigir “El Nido del Búho”, también se encarga de la formación de los chicos en Derechos Humanos y aborda, además, otras temáticas sociales.
K.S.: Son niños entre los 2 y los 16 años, también trabajo con las hermanas San Vicente de Paul, en el proyecto de “Defensores de Vidas”, soy la encargada de capacitar a los chicos en todos los temas de explotación, proyecto de vida entre otros.
Detrás de cada chico hay una historia diferente, para llegar a ella se hace necesario que el niño permanezca por lo menos un mes en el Nido, una vez se logra este primer objetivo, Katherine procede con la siguiente fase del proceso.
K.S.: … Comienzo a preguntarles sobre la familia, busco una cita domiciliaria, empiezo a cuadrar las fechas para tener contacto con la familia y convencerla de que los dejen acá. Los papás salen a las cuatro de la mañana, están de regreso a las 10 u 11 de la noche. Es un hueco grande.
Pese a contar con el visto bueno del dueño de la olla, Katherine no ha estado exenta de amenazas.
K.S.: … Una fue por los regalos de Navidad, por no haberles entregado a los niños que no venían al Búho. Mi prioridad son los chicos que vienen durante todo el año. Otra fue de un chico que es bien corrido de la cabeza por el uso de sustancias psicoactivas; me confundió con una funcionaria de Bienestar Familiar, me amenazó. Un padre scalibriniano se enteró y habló con toda la comunidad, les dijo que nosotros veníamos a trabajar por ella, que no queríamos tener ningún inconveniente, con esto el tipo se calmó un poco, pero siempre que nos ve intenta retarnos.
Entre otras actividades, en el Búho existe El Ropero, iniciativa en la que se vende ropa en buen estado, que llega al Nido fruto de donaciones. Los precios oscilan entre 500 y 1.000 pesos, con este dinero es posible pagar servicios, gastos de papelería para realizar actividades con los niños y otros costos administrativos.
“El Nido del Búho” se ha convertido en un segundo hogar para Katherine, los niños y ella han logrado estrechar lazos de afecto, los cuales dan cuenta de cuán grande ha sido el aporte del Búho en la comunidad.
K.S.: Me ha impactado mucho. Cuando llegué, los chicos eran muy serios, con el paso del tiempo se fueron abriendo a tener más confianza. Hoy en día los saludo con beso y abrazo. Es una dicha, es un cambio enorme.
Scalibrini está próximo a abrir un proceso nuevo en la Localidad de Santa Fe, con comunidad venezolana, lo cual puede significar un traslado para Katherine. Aún no se sabe.
La entrega de regalos
El día festivo para los miembros de la Fundación Corazón de Metal, comenzaría desde muy temprano, no era para menos, aquella jornada representaba meses de trabajo entero para recolectar, clasificar y empacar los regalos, con los cuales llegarían a “El Nido de Búho”, para así decirles a estos niños que no estaban solos, que afuera hay organizaciones, entidades y ciudadanos, buscando la forma ofrecerles alternativas diferentes para su futuro.
El punto de encuentro sería la esquina de la carrera Décima con Avenida Primero de Mayo, allí el bus que viene de Fontibón con rumbo a Aguas claras, el cual nos habría de llevar a Laureles, barrio de la localidad de San Cristóbal en donde funciona hace más de 12 años “El Nido del Búho”.
Jeremy, de once años de edad, fue uno de los primeros niños en darnos la bienvenida. Mientras los demás estaban dispersos por las instalaciones o tratando de decidir a qué grupo de actividades se unirían, él tendría una inquietud diferente: la fotografía. De esta manera, la labor de registrar cada momento contaría con la asistencia de este hiperactivo y cariñoso chico.
“El Nido del Búho” es la evidencia de que la empatía trasciende a la ideología política, la posición social o creencias religiosas. Ese día, el objetivo era la felicidad de los niños que poco a poco se iban aglomerando.
El arte, en definitiva, se convierte en un canto de resistencia cultural que narra la cotidianidad y envía su voz de protesta haciendo un llamado de atención a la sociedad, para que gire su atención hacia esa realidad que no es visibilizada en los medios masivos de comunicación y que de hacerlo, esta es sujeta a prejuicios y ajustada a conveniencia.
En un costado de la cancha ubicada dentro del Nido, la piñata de Corazón de Metal era golpeada con fuerza por cada uno de los niños, en el extremo contrario, un grupo de voluntarios metaleros pintaba la cara de los pequeños; en la biblioteca, los más grandes recibían una sensibilización dirigida por Jasa Rehm, director de Oscura Radio TV y jefe de prensa de Corazón de Metal; por todos lados estaba el inquieto Jeremy buscando el momento exacto para disparar el obturador.
Por fin, el momento esperado de la tarde, los niños eran llamados uno a uno para hacerles entrega de sus respectivos regalos. Adentro del Nido, sonaba en la consola algunos clásicos del rock, afuera, el rap amenizaba la actividad. La jornada finalizó sobre las dos de la tarde, el sol seguía con la misma intensidad.
Scalabrini
Scalabrini, congregación clerical de origen italiano, llegó al país hace 40 años, desde hace 12 se encuentra en Laureles, en la localidad de San Cristóbal, junto con “El Nido del Búho” en el mismo sector. En Lisboa, barrio de Suba, con realidades y necesidades similares, funciona la Biblioteca II “Nido del Gufo”. Ambos centros cuentan con sede propia, dotadas con espacios lúdicos y recreativos, entre ellos las bibliotecas, en las cuales se adelantan labores pedagógicas con los niños miembros de la corporación.
La realidad de Laureles, Gran Colombia, Aguas Claras, entre otros sectores, que están dentro de la zona de influencia de “El Nido de Búho”, se repite en los barrios marginales de la ciudad de Bogotá, es una misma película, en la que lo único que cambia es la escenografía y el nombre de los protagonistas.
En la actualidad “El Nido del Búho” recibe el apoyo y acompañamientos del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud –IDIPRON, que lleva en el sector siete años y, a pesar de los cambios en la Alcaldía Mayor de Bogotá, ha logrado mantener sus políticas de intervención social. También recibe el apoyo de la Secretaría de Integración Social, la Universidades Colegio Mayor de Cundinamarca, Fundación Corazón de Metal, REDSUR – voces hip hop y Break Dance de la misma comunidad, la contribución de una señora que mensualmente entrega en aquellos barrios 250 mercados aproximadamente y otras organizaciones.